domingo, 24 de agosto de 2014
martes, 4 de febrero de 2014
Del Tinto y del Sombrero

Bajo la denominación
"Zenú" se agrupan tres civilizaciones: Finzenú, Panzenú y
Zenufana. Tuchín corresponde a Finzenú, considerado el más desarrollado
de los tres señoríos, especializado en la elaboración de objetos
manufacturados. Desde tiempos prehispánicos, los aborígenes usaban el sombrero
para cubrirse del sol durante las jornadas del cultivo de maíz. Tuchín fue fundado
en 1826, las familias que poblaron la zona se dedicaban a ciertas actividades
comerciales, como el intercambio de productos alimenticios y artesanales.
Contaban con hierbateros que a base de plantas medicinales, combatían las
enfermedades que padecía la comunidad.
Los tuchines han
conservado un gran patrimonio cultural con el cual se han identificado
plenamente, no obstante, celebran fiestas tradicionales propias del encuentro
cultural, como lo son, la Semana Santa, San Simón, todos los santos y fandangos.
Su economía está
basada en la producción de artesanía elaborada en caña flecha, como el sombrero
vueltiao, accesorios, bolsos, billeteras, porta gafas, etc. lo que debe
hacernos pensar el por qué de su tránsito "del sombrero al tinto"
En el municipio
de Tuchín se da la agricultura de tipo tradicional. La falta de maquinaria, los
altos costos de insumos, la carencia de canales de comercialización y la
violencia, han sido algunos de los obstáculos para que la agricultura se
desarrolle.
En la actualidad,
los descendientes de los Zenúes, viven en 17.000 hectáreas que el Gobierno les
entregó a través del INCORA. Su lucha por recuperar la autonomía en sus
territorios no ha terminado, aunque esto haya traído como consecuencia el
asesinato de varios de sus líderes y capitanes a manos de los grupos armados al
margen de la ley. Ha sido precisamente esta lucha histórica por la identidad y
el territorio, que han migrado hacia otros lugares y hoy tenemos un buen número
de tuchines en nuestra ciudad, porque prefirieron huir antes que morir.
Mientras converso
con uno de ellos, con un movimiento rápido, agarra uno de sus termos y me sirve
el tinto en un pequeño vaso plástico, en medio del bullicio de la Plaza de
Bolívar y bajo la mirada inquieta de los presentes y transeúntes.
Estos amables
personajes tienen entre ellos rasgos que los identifican, todos se parecen,
también, muchos son familiares, y hasta algunos viven en la misma casa. Están
en las plazas y esquinas de nuestra ciudad, y para cumplir con sus tarifas de
venta, llegan a caminar hasta 20 kilómetros por día. Con lo que ganan tienen
para vivir y para mandar a sus familiares en Tuchín, quienes se quedaron
tejiendo sueños y artesanías.
Los tuchineros se
han convertido en parte de nuestra cotidianidad, caminan junto a nosotros, y tanto Cartageneros como turistas, hemos tomado uno de sus sabrosos tintos.
Con sus cajas de
termos en la mano, cajas que hablan de su herencia ancestral, desde tempranas horas inician su recorrido por esta ciudad, trenzando día tras día nuevos capítulos en la historia de los Zenúes
del tinto y del sombrero.
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