Algo que debe identificarnos a los creyentes, es precisamente que tenemos fe. Creemos que hay un Dios bueno y fiel, que va delante de nosotros, que nuestra vida está escondida en El y por tanto no tenemos por qué temer. Pero indudablemente hay una batalla que luchar cada día, una batalla en la que todo nuestro ser, espíritu, alma y cuerpo es confrontado con la realidad que vivimos, con la necesidad, el cansancio, el dolor, la tragedia, la decepción, la envidia y aún la maldad.
Bueno, es el momento de mirar hacia arriba, de recordar la poderosa Palabra de Dios, sus promesas de bendición y victoria. Cuando todos te han abandonado y te sientes solo, allí, allí está el Señor, aquel que quedó sólo, derramando su vida en una cruz por amor a la humanidad. Así que hoy me levanto, tomo con mi diestra la Palabra de Dios, como fuerte espada; me levanto sacudiendo el polvo de mi armadura y como buen soldado sigo adelante creyendo que hay una recompensa, un galardón y una Tierra prometida.
"Todo el que te devore será devorado, y todos tus enemigos irán al destierro; haré que sean saqueados los que te saqueen, y que les roben a los que te roben a ti. Te devolveré la salud, curaré tus heridas, por más que digan tus enemigos: está abandonad@, nadie se preocupa por el@. ¡Yo, el Señor, lo afirmo!". | ||
Jeremías 30:16,17 (DHH) |
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